sábado, 15 de septiembre de 2012

Eterna.

Porque ya la rosa no es capaz de soportar más ese duro invierno, no de nuevo. El frio se vuelve duro, insoportable. Te quema lentamente, matándote, dejándote sin fuerzas hasta que ya no eres capaz de seguir más con ese tormento.
Cada pétalo se desprende de ti, desarmándote, dejando al descubierto para nuevas heridas. No puedes soportar más ese frio abrazador. Ese ser que una vez fue rojo de amor se convierte en gotas de sangre que se esparcen por el suelo, dejándote sin color.
Uno a uno desaparece, convirtiendo fácilmente en cenizas lo que creíste indestructible. La sombra de un dolor constante, que con cada invierno duele más, la sinfonía de un corazón roto, las tinieblas de lo que una vez fue puro.
Y lo único capaz de consolarte es saber que, aun por mas frio y oscuro que sea el invierno, al final de cada estación, siempre hay y habrá ese nuevo comienzo, que te llevara a ese mismo nuevo final, para volver a nacer, infinitas veces repetidas.

lunes, 9 de julio de 2012

Querida Soledad.


Exhausta de tanto sufrimiento dejas todo de lado. ¿Qué caso tiene seguir sufriendo por algo que era inevitable? ¿Para qué te agotas cuando puedes cambiar y ser algo diferente?

Tirada sobre el frio suelo piensas en el tiempo perdido, todas esas horas desperdiciadas, perdiendo lentamente lo poco que te quedaba, tu familia, tus amigos, todas esas cosas que, aunque nunca te brindaron felicidad, te hicieron compañía en la soledad.

Recuerdas esas noches en las que te desvelabas llorando y gritando por algo que nunca tuviste. Pero ¿para qué? Ahora no tienes nada, absolutamente nada. Te das cuenta que la soledad se ha vuelto tu eterna compañía. La única.

Piensas en todos esos momentos que te hicieron sufrir, sientes que algo en ti comienza a aparecer, te quedas inmóvil preparándote para esa agonía que amenaza con damnificarte completamente, pero mientras esperas a que aparezca ese dolor tan insoportable te das cuenta que hay algo distinto, se siente diferente.

Ya no es esa tristeza que te lacera y te zangolotea como a una muñeca de trapo. No, es algo disímil a lo esperado. Sientes como florece ese nuevo sentimiento en ti, un sentimiento que nunca creíste poder llegar a tener.

Como llamas sietes que se expande dentro de ti, quemando todo a su paso, borrando sin importar si era necesario o no. Con placer te das cuenta que ya no hay dolor, ya no sientes más ese vacío oscuro y frio.

La furia se incrementa al alimentarse de todo lo podrido de tu alma, haciéndose más fuerte, invencible. Miras el mundo de forma diferente. Ves el pasado que tanto te lastimo. El nuevo sentimiento te reclama, haciéndote suya. Y tú lo permites.

Te sientes ridícula al pensar en la forma tan inútil con la que actuaste, y te das cuenta que, la única persona que se equivoco, fuiste tú al permitir que las cosas te afectaran demasiado, a tal grado que terminaste siendo tú la víctima.

Y no podías haber estado más equivocada. El amor te condena. Te dices a ti misma reprendiéndote fríamente. Pero ya no más. Dejas todo de lado y te aventuras al nuevo mundo que tus ojos nunca quisieron ver, el mundo real, el que está lleno de los seres más aborrecibles, capaces de lastimar sin compasión, sin tener el mas mínimo remordimiento.
Matar o ser matado. Piensas metafóricamente con una sonrisa, más terrorífica que cualquier otra cosa, teniendo en cuenta que permitiste en todo ese tiempo que todos te mataran lentamente. Si antes eras débil, ahora eras, quizás, el ser más fuerte jamás imaginado. Sin remordimientos, sin culpa, no más sentir pena por alguien que no lo merece.

domingo, 8 de julio de 2012

La habitación de las Penas.


Ruegas porque ese momento no llegue, pero siempre llega, cada noche, cuando estás sola, llega.

Pero esta noche es diferente, cuando empieza no ves el momento en que termina. Solo eres consciente de ese insufrible dolor que sientes dentro de ti. Arañas tus brazos intentando inútilmente ignorar el dolor, pero aun es más fuerte que el que te infringes.

Aprietas los puños con fuerza, sientes los miles de temblores que recorren tu cuerpo, las lágrimas brotan de tus ojos sin darte cuenta, los gemidos salen de tu garganta, incapaz de controlarlos.

Caes al suelo pesadamente, sientes el frio piso bajo ti, tan frio que al solo contacto te quema, pero no te apartas, no tienes suficientes fuerzas para moverte, y menos las ganas.

Sientes el vacio incrementándose dentro de ti, la oscuridad que te consume, las sombras del pasado quemándote, hiriéndote, un dolor imposible de explicar.

Las paredes se achican a tu alrededor, encerrándote más profundo en tu aflicción, el aire se vuelve denso, haciéndolo imposible de respirar, le sonríes a la cercana muerte, sonrisa que se convierte en una mueca de dolor al darte cuenta que aun tienes lo suficiente para seguir viviendo.

Desesperadamente buscas el dolor dentro de ti, pero no lo encuentras, solo sabes que está en tu interior, en alguna parte de tu desgastada alma. La desesperación se convierte en histeria, la histeria en agonía.

Escuchas los gritos de tu alma pidiéndote que pare, pero es imposible. Tapas tus oídos con tus manos pero los gritos vienen de ti. ¡Cállate! Te gritas, pero la parte de ti que sufre te ignora.

Buscas la manera de ahogar tu dolor, tratas recordar momentos felices, momentos en los que fuiste verdaderamente feliz, pero la decepción te golpea al darte cuenta que, en ningún maldito momento de tu vida, has sido feliz.